jueves, 8 de febrero de 2018

España en el conflicto de Mali


El pasado 31 de enero un general español del Ejército de Tierra asumió por segunda vez el mando de la misión de la Unión Europea EUTM-Mali. España participa en la misión desde abril de 2013 y ya estuvo al mando, por primera vez, desde octubre de 2014 a julio de 2015. Con su mayor implicación en tareas de adiestramiento y formación, desde junio de 2013 España es el país que con más efectivos contribuye a la misión. Durante los próximos meses la participación alcanzará los 292 militares, distribuidos entre la capital maliense, Bamako, en donde está establecido el Cuartel General Multinacional de la misión, y la localidad de Koulikoro, en donde está destacado el grueso del personal encargado de formar y adiestrar al Ejército y, también, a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de Mali. 




La misión EUTM-Mali, fue aprobada por la Unión Europea en enero de 2013, a requerimiento del Gobierno de Mali y en la actualidad está integrada por 581 militares, pertenecientes a 28 países, 22 de ellos de la Unión Europea y otros seis no, siendo uno de ellos africano (Sudáfrica). Se da la circunstancia que el mandato en vigor finaliza el próximo 18 de mayo de 2018, pero está en proceso su ampliación hasta 2020, incorporando a sus actuales cometidos el apoyo al conocido como G5-Sahel, una fuerza conjunta integrada por Burkina Faso, Chad, Mauritania, Mali y Níger.   

El carácter de la misión EUTM-Mali es no ejecutivo, lo que establece que los militares que la componen no participan en tareas de combate y sí en actividades de formación, adiestramiento y asesoramiento de las Fuerzas malienses. Durante 2017 el personal español consiguió formar a 2.100 efectivos. El objetivo es contribuir a la restauración, bajo autoridad civil, de la integridad territorial del país.




El origen del actual conflicto

Conviene recordar que el conflicto comenzó con una nueva rebelión tuareg contra el Gobierno de Mali. A comienzos del 2012 las condiciones eran las propicias porque muchos de sus miembros habían retornado a Mali después de haber participado en la guerra de Libia en el bando de Gadafi, muerto el 20 de octubre de 2011. El momento era el adecuado ya que, al descontento generalizado debido a las condiciones de extrema pobreza en las que vivía la población, consecuencia en gran parte por la grave sequía que castigaba el territorio, se unió la circunstancia que los tuareg retornados habían vuelto armados y entrenados en el combate. Otra cosa fue el oportunismo de los grupos terroristas uniéndose a la “causa tuareg”, luchando por sus propios intereses.

La rebelión tuareg buscaba la separación del territorio de Azawad, zona que ancestralmente consideran suya y que geográficamente une a los tuareg de Mali con los de Argelia, Libia, Níger y Burkina Faso, es decir, étnica y culturalmente, la verdadera nación tuareg.

El caos nacido del conflicto libio se exportó por el Magreb y por el territorio del Sáhara… Y aprovechando la extensión de los territorios y la permeabilidad de las fronteras de la región, además del terrorismo islámico, prosperaron una gran variedad de actividades delictivas, de alta rentabilidad, como el tráfico de drogas (principalmente cocaína procedente de Sudamérica y con destino a Europa), trata de mujeres, tráfico de órganos, comercio de armas, apropiación y venta de metales y piedras preciosas, materias primas, tráfico de emigrantes hacia Europa, etc., con lo cual los grupos terroristas que operan en el territorio se pueden financiar y seguir actuando, ya más que por motivaciones religiosas, como forma de vida.

La impunidad con la que estos grupos actuaron en Mali les llevó a lanzar una ofensiva insurgente yihadista sobre la capital, Bamako, el 11 de enero de 2013, tras la cual, a requerimiento del Gobierno de Mali, con el apoyo de varios países africanos y también occidentales, bajo el amparo de la ONU, Francia inició la Operación Serval con el objetivo de frenar el avance de los grupos rebeldes islamistas, en su mayor parte ligados a Al Qaeda. Especialmente se trataba de recuperar el control del territorio de Azawad que, desde 2012, estaba en manos de grupos yihadistas y de los separatistas tuareg.

En apenas un mes la Operación Serval consiguió cumplir sus objetivos inmediatos, que eran: detener el avance y la agresión terrorista en el país, garantizar la seguridad de la capital, Bamako, y permitir que el Gobierno de Mali recuperase su integridad territorial. Después de una intervención militar contundente y decisiva, con la consecución de importantes éxitos sobre el terreno que incluyeron el profundo debilitamiento de la insurgencia yihadista, Francia dio paso a la participación internacional en el conflicto, a la que contribuiría con una dotación de 1.000 soldados.

Como era de esperar y ante la amenaza que suponía la extensión del terrorismo yihadista en un nuevo escenario, en este caso, tan cerca de Europa, el resto de la Comunidad Internacional decidió actuar militarmente sobre el terreno.

El 13 de julio de 2014 Francia dio por finalizada la Operación Serval y la reemplazó por la Operación Barkhane, reorganizando sus esfuerzos contra los grupos yihadistas en la zona del Sahel, abarcándola en el conjunto del G5-Sahel. Con ello la ONU se hizo cargo de la situación en Mali, mientras que Francia dio un paso más en su lucha contra el terrorismo yihadista en la región, estableciendo cuatro bases regionales repartidas en Gao (Mali), N’Djamena (Chad), Uagadugú (Burkina Faso) y Niamey (Níger). También dispuso bases temporales avanzadas, en Madama (norte de Níger), Tessalit (norte de Mali) y también en el norte de Chad.




El papel de España

Desde el inicio de la Operación Serval y en su continuación, en la Operación Barhkane, hasta la actualidad, España ha colaborado con Francia en misiones de transporte aéreo con el Destacamento Marfil y también, desde el comienzo, participa en la Operación EUTM-Mali, misión de la Unión Europea con el auspicio de la ONU.

Por su localización geográfica, España es el país de la Unión Europea más próximo al conflicto de Mali. Con una estrecha franja de mar de por medio, España constituye la “puerta de entrada” de África en Europa y, por tanto, esta circunstancia le convierte en el país más expuesto a cualquier tipo de ofensiva que pudiese venir desde el norte de África y más concretamente desde Mali.

Incluso tras su derrota en Siria e Irak, la actual amenaza del terrorismo yihadista se mantiene con dos estilos de acción claramente diferenciados: uno con la posibilidad de atentar dentro del territorio del país que consideran enemigo; y el otro implantando su autoridad y su Ley Islámica en determinadas zonas del mundo. El primero busca desestabilizar aterrorizando a la población y el segundo escudriñará siempre su expansión por aquellos territorios que considere, le pudiesen resultar más asequibles y propicios para sus intereses, como puede ser el Sahel en general, y más concretamente el caso de Mali, prácticamente un Estado fallido en el inicio del conflicto.

En este contexto, la posibilidad de sufrir atentados en el propio territorio se contrarresta con labores de Inteligencia y la eficacia de unos Cuerpos de Seguridad del Estado competentes. Para una mayor coordinación, España creó en 2014 el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), dependiente del Ministerio del Interior. Mientras que a los grupos terroristas implantados en un territorio se les trata de aislar y neutralizar con un concepto en seguridad territorial que se denomina frontera avanzada.

En el caso específico de España y en relación a la posible amenaza terrorista procedente de Mali, su frontera inmediata sería el Mar Mediterráneo y la siguiente serían Marruecos y Argelia, a quienes a España le interesa tener como aliados, estrechando para ello las líneas de colaboración en una gran variedad de sectores y, en especial, en materia de seguridad y en la lucha contra el terrorismo.

Mantener buenos aliados significa realizar inversiones económicas en su territorio, crear empleo y riqueza, compartir programas de desarrollo, potenciar el bien común y, con todo ello, colaborar lealmente para intentar desmontar riesgos procedentes del islamismo más radical. Esto es lo que España viene haciendo con Marruecos desde hace tiempo. De hecho, España se convirtió en 2012 en el primer socio comercial de Marruecos, siendo además el primer destino africano y árabe de las exportaciones españolas, con 20.000 empresas españolas operando en el país magrebí. Y también, aunque en menor medida, con Argelia… España ha sido el primer socio comercial argelino durante los últimos años, con un volumen de intercambios superior a 15.000 millones de dólares, particularmente en el sector energético.

Mantener estos dos países como “muro de contención” es muy importante, pero resulta imprescindible complementar esta estrategia debilitando al terrorismo yihadista en su propio territorio marcando una especie de frontera, volviendo ahí al, ya mencionado, concepto de frontera avanzada.

Todo hace indicar que España está llamada a asumir mayores responsabilidades militares y a representar un mayor protagonismo en la región. Como se ha apuntado anteriormente, la cercanía geográfica de la amenaza terrorista al territorio español justifica cualquier incremento de su participación en el conflicto de Mali.

Además, España también debe de estar alerta ante cualquier deriva o variación en el problema que pudiera resolverse en un desplazamiento, de los grupos terroristas yihadistas y del crimen organizado, hacia otra localización geográfica que les pudiera ofrecer mayores oportunidades. En este caso el cambio de escenario más preocupante sería el de un deslizamiento hacia el oeste, es decir, hacia Mauritania y el Sáhara Occidental, ambos territorios muy poco poblados y con una longitud inabarcable de costa en un lugar estratégico excepcional y a menos de un centenar de kilómetros de las Islas Canarias.

Es posible que Francia proteja en el conflicto de Mali sus intereses económicos y su influencia en la zona como antigua potencia colonial en la región, pero España protege la seguridad de su territorio nacional, además de evitar ser desbordada por la emigración irregular, ser ruta del narcotráfico hacia el resto de Europa, etc. Junto al aumento de su participación militar, España debe realizar una excelente labor diplomática que favorezca su influencia en la zona y le sitúe en la mejor posición, dentro del concierto internacional, a la hora de tomar decisiones. Al fin y al cabo, es el país occidental que más se juega.

Ángel Alonso

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